IV. Algo más sobre los extractos teatrales en pliegos de cordel: estudios de casos específicos
Prefacio
I. Literatura de cordel y teatro
II. Catálogo en línea y biblioteca digital
III. Extractos teatrales como literatura de cordel
IV. Algo más sobre los extractos teatrales en pliegos de cordel
V. Resúmenes de comedia en pliegos de cordel
VI. Otros pliegos relacionados con el teatro
Bibliografía

 

 

Cómo citar este estudio
IV

A. Relaciones de comedia satíricas


B. Sobre la prohibición de los autos sacramentales y su aparición fragmentaria como literatura de cordel


C. El pliego como material gráfico: función y significado de los grabados y de la tipografía en las “relaciones de comedia”


D. Posibilidad y conveniencia de los estudios de filiación textual

 

La observación de las tendencias editoriales y literarias de los pliegos con extractos teatrales nos ha llevado a plantear algunas explicaciones sobre su existencia y comportamiento como un corpus global; pero, al abordar nuestro material de esta forma, hemos dejado de lado algunos aspectos interesantes de sus conjuntos parciales. Es necesario, para completar el panorama de nuestro estudio, observar ahora algunos de los subgrupos que abarca este tipo de impresos. Dos conjuntos de pliegos con fragmentos teatrales resultan de particular interés en este sentido, ya sea porque nos permiten observar con más detalle las dinámicas editoriales de nuestro corpus, o porque trazan líneas de relación con la literatura de su época: el de los pliegos con relaciones satíricas, y el de los pliegos que tienen como fuente un auto sacramental.

            Dentro de estos “estudios específicos” también resulta conveniente atender ahora a ciertos aspectos de nuestro material que han quedado fuera del capítulo anterior. Es necesario, por ejemplo, considerar el papel que juegan la  tipografía y los grabados en los pliegos que nos ocupan, es decir, estudiar estos impresos también como objetos que, aunque sea con un propósito publicitario, combinan expresiones literarias y expresiones gráficas. Como último punto de nuestro análisis, consideraremos también aquí las posibilidades de llevar a cabo estudios de filiación textual que nos revelen el camino que seguían los fragmentos teatrales desde la obra fuente hasta el pliego suelto, o que puedan servir para complementar los estudios sobre la difusión del teatro impreso en el siglo XVIII.

Este capítulo tiene, pues, el propósito de abordar algunas materias que completan nuestro estudio, y que nos servirán para apuntalar o para volver a poner en duda las hipótesis y las ideas que hemos planteado hasta ahora. Mediante la exposición de estos temas, trataré también de dejar apuntadas algunas líneas de estudio que ofrece este mismo corpus para seguir investigando.


 

A. Relaciones de comedia satíricas (volver al inicio)

 

Dentro del corpus de impresos con fragmentos teatrales, llama la atención la existencia de un pequeño pero interesante grupo de catorce pliegos que imprimieron distintas ediciones de siete “relaciones de comedia satíricas”. Se trata de piezas tipográficas con las mismas características que definen a todos los pliegos con fragmentos teatrales —dos hojas en 4º en las que se imprime a dos columnas un romance narrativo derivado del teatro—, pero cuyo texto tiene la particularidad de ser una composición satírica que consiste en una parodia o un contrafactum de la “relación” de una comedia.

Aunque a primera vista todos estos pliegos parecen seguir un mismo patrón editorial, al analizar sus fuentes caemos en la cuenta de que se trata en este caso de dos fenómenos distintos que generaron un mismo tipo de texto en pliego suelto: por un lado tenemos cinco pliegos que extractan su texto de una comedia burlesca,[1] y por otro hay también nueve pliegos que no tienen una pieza burlesca como fuente, sino que hacen la sátira de una “relación” de comedia como un texto independiente. En algún punto de esta investigación consideré la posibilidad de sacar del grupo de “pliegos con fragmentos teatrales” a esas relaciones satíricas que no tienen una obra burlesca como fuente, pues en rigor su texto no es un extracto directo de una pieza dramática, sino una reelaboración paródica de una relación. Sin embargo, al observar las características textuales de este grupo de pliegos, decidí conservarlos en la categoría de “fragmentos teatrales” porque, como veremos, la composición de estos pliegos es una consecuencia directa de la existencia de fragmentos dramáticos en la literatura de cordel.

Podemos darnos una idea más clara del contenido, características y procedencia de los textos de este grupo de pliegos satíricos observando la siguiente tabla (pulse sobre los números de pliegos para ver las distintas ediciones).


 

Título y autor de la obra parodiada

Nº de pliegos que imprimen la relación burlesca

¿Proviene el texto del pliego de una comedia burlesca?

¿Existen pliegos sueltos con la correspondiente relación “seria”?

También se ama en el abismo, de Agustín de Salazar y Torres

 

3

No.

Sí: 3

La más constante mujer, de Juan Pérez de Montalbán

2

Sí, de la obra burlesca con el mismo título escrita por Gerónimo Cifuentes, Diego la Dueña y Juan Maldonado.

Sí: 6

El desdén con el desdén, de Agustín Moreto

 

2

Sí: de la comedia burlesca con el mismo título, de autor anónimo.

Sí: 5

Los amantes de Teruel, de Juan Pérez de Montalbán

 

3

No[2].

Sí: 6

El Divino Nazareno Sansón de Juan Pérez de Montalbán

 

1

No.

Sí: 4

La fuerza del natural de Gerónimo Cáncer y Agustín Moreto

 

2

No.

Sí: 5

El Mariscal de Virón de Juan Pérez de Montalbán

1

Sí: de la comedia burlesca con el mismo título, de Juan Maldonado.

Sí: 4

 

 

A partir de estos datos podemos observar, como un factor más de cohesión en este grupo, que todas nuestras “relaciones satíricas” parecen estar vinculadas a la existencia de una “relación de comedia seria” impresa en pliego suelto. Esta constante, junto con la observación de que sus “relaciones serias” correspondientes se publicaron en abundancia (siempre entre tres y seis ediciones distintas), nos hace pensar que la impresión de este tipo de pliegos satíricos se dio como resultado del éxito de los pliegos con las relaciones de comedia originales y que, por lo tanto, forman parte del mismo uso editorial que hemos venido analizando. Así, parece que nuestros pliegos con relaciones satíricas no sólo estaban vinculados textualmente a determinadas obras dramáticas a las cuales parodiaban, sino que su publicación dependía de la existencia previa y fragmentaria de esos textos teatrales como literatura de cordel.

El hecho de que algunas de estas relaciones procedan de una obra dramática burlesca y  que otras parezcan ser textos compuestos específicamente para ser impresos en pliego suelto, nos da también una serie de claves importantes. Esa diversidad de métodos para llegar obtener un mismo tipo de texto nos indica que había una intención clarísima por parte de los impresores para obtener un tipo de producto editorial: a la búsqueda de fragmentos específicos que ya hemos señalado en el capítulo anterior, debemos sumar ahora esta pista sobre una actitud editorial claramente dirigida. En la mayoría de los casos, los impresores que publican una relación satírica imprimen también un pliego con la “relación seria” correspondiente,[3] por lo que resulta bastante probable que estos impresores buscaran los textos burlescos como complemento editorial de la “relación seria”, tal vez incluso para ser impresos en el “medio pliego” complementario en algún caso.[4]

Conviene hacer también algunos apuntes en cuanto a la datación de los pliegos y en cuanto a la aparición recurrente de Pérez de Montalbán como autor de textos parodiados. Una consulta en nuestra base de datos nos hace ver que la publicación de estos pliegos no es un fenómeno que corresponda a ninguna época ni lugar en particular, sino que los pliegos satíricos se publican esporádicamente en varias ciudades a lo largo de todo el periodo que hemos estudiado: los más tempranos los produce la imprenta de Lucas Martín de Hermosilla en el último cuarto del siglo XVII y los más tardíos la de García Rodríguez en Córdoba durante el primer cuarto del siglo XIX. La presencia recurrente de Pérez de Montalbán, por lo tanto, puede ser sólo un reflejo de las tendencias generales del corpus de pliegos y de la coincidencia que ya hemos señalado antes entre la temática de las obras de este autor y las preferencias de los impresores al seleccionar fragmentos teatrales.

Todos los textos satíricos de nuestros pliegos siguen una misma estrategia de composición, a pesar de que algunos de ellos provengan de comedias burlescas y otros sean textos independientes. Esa estrategia consiste en la construcción de una especie de contrafactum que, cambiando algunas palabras o sustituyendo determinadas frases,  parodia casi verso por verso la relación original. Cualquiera de nuestras relaciones satíricas puede ofrecernos un ejemplo de esto, pero podemos citar aquí algunas de ellas para su lectura contrastada. La relación “seria” de La más constante mujer, de Pérez de Montalbán, y la relación “satírica” de la comedia burlesca del mismo título compuesta por Gerónimo Cifuentes, Diego la Dueña y Juan Maldonado —ambas publicadas en pliego suelto por la imprenta sevillana de Joseph Padrino—[5], tienen los siguientes versos iniciales:

 

Relación “seria”

Relación “burlesca”

Porque antes que me afrentes,

oh Príncipe generoso,

 

 

sepas el hombre a quien quitas

la vida y honor heroico,

te acordaré lo que soi

sin círculos ni episodios

si como me ofendes mucho,

quieres atenderme un poco.

Yo soi, invicto señor

Carlos Esforcia, aquel monstruo

de valor, como lo dicen

cimbrios, lombardos y godos...

(CPDT 106E fol. 1r)[6]

Porque antes que me afrentes,

oh príncipe escandaloso,

porque afrentarme o casarme

en mi concepto es lo propio,

sepas el hombre a quien quitas

libertad y desahogos,

te diré mis travesuras

sin meterme en circunloquios,

si como me cansas mucho

quieres escucharme un poco.

Yo soy, frisado señor,

Carlos Esforcia, famoso

Cazador de lobos magos,

Como afirman en mi abono

Los Tudescos y alemanes...

(CPDT 136B fol. 1r)

 

En los casos en los que no hay una comedia burlesca como fuente, nuestros pliegos satíricos siguen exactamente esta misma forma de composición, como podemos ver en el siguiente ejemplo tomado de los versos iniciales de las relaciones “seria” y “satírica” de También se ama en el abismo[7].

 

Relación “seria”

Relación “burlesca”

Ya que es forzoso

que en esta ocasión te informen

mis ansias aunque es preciso

que al referirlas se doblen,

pues las que están en el pecho

se duplican en las voces;

escucha, y en tu atención

mis ansias no se malogren,

porque suaviza las penas

la atención de quien las oye.

En el seno más oculto

del Etna, aquese disforme

pirámide de Sicilia,

pues portentoso compone

toda de flores la falda,

toda la cumbre de ardores...

(CPDT 120A fol. 1r)

Ya que es forzoso

que en este rincón te informe

mi sarna; bien que es preciso

que al referirla se doble,

pues la que está en el sobaco,

si brazeo, más me come,

ráscame y este buen rato

tus uñas no me perdonen,

porque suaviza el rascarlas,

esta y otras picazones.

En el cieno más inculto

de Pico Sagro, ese monte,

pirámide de Galicia

pues pantanoso compone

toda de espinos la falda

la cumbre toda cascotes...

(CPDT 144A fol. 1r)

 

 

Un último ejemplo, tomado esta vez de los versos finales de los pliegos que reproducen las relaciones de La fuerza del natural, nos sirve para confirmar que el método utilizado en los pliegos del XVIII para satirizar el texto de una “relación”, es exactamente el mismo que empleaban los autores dramáticos de piezas satíricas en el Siglo de Oro[8].

 

Relación “seria”

Relación “burlesca”

Con estos discursos, padre,

Volví tan confuso a casa,

Que nunca de mí esta ardiente

Imaginación se aparte.

Yo debo al cielo este aliento

No le obscurezca la baja

Ocupación de mi vida;

Salga a ver el mundo, salga

A lograr su ardiente impulso,

Honren mi diestra las armas,

Busque mi aliento el peligro,

Engólfese mi esperanza,

Enobléscame el empeño,

Y coróneme la hazaña,

Que el atrevido y bizarro

Trepa la áspera montaña,

Su difícil frente pisa

Y despeñado se acaba.

(CPDT 102A fol. 2v)

Con estos discursos, padre,

Volví tan confuso a casa,

Que ronqué toda la noche,

Sin acordarme de nada.

Yo debo al cielo este aviso

 

 

Salga a ver el mundo, salga

A recorrer sus garitas,

 

 

Que según los tiempo andan,

Bien puedo ser duque o conde,

Aunque haya cotado vaca

Que si fortuna me ayuda

Y el dinero no me falta

O comeré con trompetas

O moriré sin campanas.

(CPDT 157B fol. 2v)

 

            Resulta curioso notar que el mismo artificio poético para satirizar este tipo de composiciones se aplicara tanto en las comedias burlescas del Siglo de Oro como en los pliegos sueltos anónimos del XVIII, y que las comedias burlescas emplearan este tipo de recursos retóricos —la parodia verso por verso— especialmente para hacer la sátira de las relaciones. Sin embargo, esto no resulta de ninguna manera un fenómeno extraño, pues la creación de contrafacta mediante la aplicación de estos mismos recursos, como bien sabemos, se puede documentar, desde épocas muy tempranas, en todo tipo de composiciones poéticas populares de la literatura hispánica[9].

Cabría preguntarse, en cambio, si era indispensable que el público conociera las relaciones en su versión original para comprender y disfrutar las versiones satíricas. La dinámica de composición de los contrafacta nos hace pensar que sí sería necesario conocer esas referencias, y que, por lo tanto, la publicación, lectura y éxito de estas relaciones sería un indicio de la difusión que alcanzaron los textos originales, no solo como piezas teatrales, sino también —y tal vez principalmente— como literatura de cordel. Sin embargo, no podemos dejar de tomar esta idea con cierta reserva, pues si se intenta una lectura independiente de los pliegos con relaciones satíricas, se verá que los textos no carecen de gracia por sí mismos, aunque no se conozca el contexto previo del que provienen.

Pero más allá de las conjeturas que podemos hacer sobre la manera en la que se leían, la mera existencia de estos pliegos con sátiras de relaciones de comedia nos proporciona un dato importantísimo sobre la difusión de los pliegos con fragmentos teatrales. El hecho de que haya un grupo de pliegos que imprimen textos satíricos que no provienen de comedias burlescas, nos indica que, en efecto, hubo textos que se compusieron como consecuencia de la reiterada publicación de fragmentos teatrales como literatura de cordel y como piezas tipográficas individuales. En este sentido, resulta bastante revelador que, a pesar de que existiera una comedia burlesca de Los amantes de Teruel, la relación que imprimen los pliegos satíricos no provenga de ella, sino que sea un texto especialmente compuesto para imprimir en pliego suelto: lo más probable es que la composición de este texto tuviera como referencia la relación aislada que se publicó en pliegos de cordel, y no la pieza dramática completa. Así, en última instancia, la existencia de estos pliegos viene a confirmar las sospechas que habíamos planteado al hablar de las “relaciones independientes o nuevas”, pues da testimonio de que el fenómeno de impresión de fragmentos de comedia en pliego suelto derivó en ciertos usos de escritura que aprovecharon el material o la poética antigua de esos fragmentos para generar textos nuevos. Queda, pues, como una línea de investigación para el futuro, indagar sobre los alcances y expresiones de esa influencia.


B. Sobre la prohibición de los autos sacramentales y su aparición fragmentaria como literatura de cordel (volver al inicio)

 

Entre las múltiples posibilidades que existen para seguir estudiando los pliegos con extractos teatrales, se encuentra la de analizar las características que presentan determinados grupos de pliegos que tienen como fuente un mismo tipo de obra. Dentro de estos estudios tiene una especial relevancia el grupo de aquellos pliegos que extractaron relaciones de autos sacramentales, pues, como sabemos, el auto sacramental estuvo inmerso en una polémica que llevó a que se prohibieran sus representaciones a partir de 1765. Como se puede constatar en el catálogo elaborado por esta investigación, las imprentas cordobesas, sevillanas y malagueñas siguieron publicando fragmentos de esas obras hasta bien entrado el siglo XIX, y, aunque en este estudio hemos visto cómo la intención y significado de los fragmentos teatrales puede modificarse radicalmente al ser publicados de manera aislada en un pliego suelto, no deja de ser interesante plantear un análisis de ese grupo de impresos para tratar de discernir si esa publicación reiterada podía ser resultado de la impronta que los autos sacramentales habían dejado en el gusto popular. ¿Qué era lo que se reproducía de aquellas piezas teatrales sustentadas en la espectacularidad y en la construcción de alegorías? ¿Puede este grupo de pliegos decirnos algo más sobre la difusión y la recepción del auto sacramental si observamos sus características y comportamientos editoriales?

            Antes de enfocar nuestra atención en estos pliegos, conviene recordar aquí algo de la situación que llevó a la prohibición del auto sacramental en la segunda mitad del siglo XVIII. Estudios como los de Ignacio Arellano (2003), René Andioc (1987) y otros muchos investigadores se han encargado ya de establecer tanto las características como la evolución de este peculiar género teatral. Es a través de ellos que podemos saber cómo estas piezas dramáticas, que tenían como asunto la salvación humana por medio de la eucaristía y que desarrollaban argumentos alegóricos con los más diversos temas, habían alcanzado su máximo esplendor con Calderón de la Barca y seguían representándose, para la fiesta de Corpus, en el siglo XVIII. Ligados a la fiesta religiosa, a la procesión y al despliegue alegórico, los autos sacramentales habían sido siempre un tipo de teatro propenso a la espectacularidad y al derroche de artificios escénicos. Pero mientras que durante el Barroco español esa forma de teatro alegórico formaba parte de una religiosidad “oficial” e institucionalizada, hacia la mitad del siglo XVIII las mentalidades ilustradas, como Jovellanos o Fernández de Moratín, habían empezado a ver sospechosamente esa  manifestación dramática como una “supersticiosa costumbre”.

            Los reclamos de los ilustrados se daban, en gran medida, debido a que, para el siglo XVIII, resultaba muy poco claro que los autos sacramentales siguieran siendo una representación devota, y parecían haber evolucionado más bien hacia una forma de teatro puramente espectacular. De acuerdo con las opiniones de Clavijo y Fajardo, por ejemplo, las alegorías y su interpretación eran lo que menos importaba dentro de ese espectáculo, que, por otra parte, ya ni siquiera resultaba tan atractivo como podríamos suponer:

 

Sólo el pobre pueblo, que ha comprado el derecho de estar tres o quatro horas dentro del corral y no quiere perder su acción, ni el lugar en que ha logrado colocarse, sufre el Auto, que entiende como si estubiese en Griego; pero en fin, ve a los actores, les da sus palmadas y queda satisfecho (Clavijo, citado por Andioc 1987: 353).

 

Tal vez los argumentos de los ilustrados no andaban tan errados sobre la posibilidad de que al “pueblo llano” le interesara interpretar adecuadamente los discursos alegóricos, pues, como han demostrado los estudios de René Andioc, el éxito de ciertos autos sacramentales parece haber estado basado en el hecho de que formaban parte de un repertorio de “comedias de teatro” en las que todo giraba en torno a los recursos de tramoya. Pero más allá de la interpretación de la que el público popular fuera capaz, este tipo de teatro con raíces populares y espectaculares fue perdiendo terreno ante los censores ilustrados. “Obra del siglo XVII, el auto en suma representaba el símbolo de la supervivencia en el XVIII de la psicología social del anterior, y la enseñanza que dispensaba era no sólo tenida por mala, sino también por nefasta” (Andioc 1987: 374). Su prohibición definitiva, como hemos dicho, llegaría en 1765.

Nuestro catálogo registra un total de catorce pliegos que imprimieron cinco distintas relaciones extractadas de autos sacramentales. La mitad de esos pliegos reproducen la relación de Lo que va del hombre a Dios, de Calderón, mientras que los demás se distribuyen de la siguiente forma: tres pliegos con la relación de El veneno y la triaca, dos con la de La vacante general (ambos autos calderonianos), uno imprime la relación de Escandarbech, y uno la de El Polifemo (ambos autos de Juan Pérez de Montalbán). Además de su clara preferencia por los textos de ciertos autores, una característica salta a la vista cuando nos acercamos a este grupo de pliegos: sólo uno de estos catorce impresos no menciona en su título que su texto provenga de un auto sacramental, y ese pliego atípico es el más temprano de todos, impreso con toda probabilidad en el último cuarto del siglo XVII (véase pliego número 46E en el catálogo). Esta identificación explícita de la fuente nos hace sospechar que algo tendría que ver la publicación de estos pliegos con la difusión de los autos sacramentales; pero, para poder asegurarlo, es necesario preguntarse primero sobre las características y temas de los fragmentos textuales reproducidos.

Los textos que reproducen estos pliegos son romances con una sola excepción: la relación de El veneno y la triaca incluye también un soneto a la mitad de sus versos octosilábicos. Se trata, además, de textos que, en su mayoría, provienen de los primeros versos de los autos sacramentales, y tal vez por eso no resulta nada extraño que sean fragmentos narrativos y que sus temas, en la mayor parte de los casos, no tengan prácticamente nada que ver con asuntos religiosos. Como sabemos, los autos sacramentales eran piezas basadas en la construcción de una alegoría: “una figura retórica que expresa una cosa para dar a entender otra: es decir, expresa un argumento para dar a entender un asunto” (Arellano y Duarte 2003: 34). Esta característica de los autos sacramentales, que era en cierta forma la que atacaban los ilustrados al decir que el público atendía a las historias espectaculares pero no descodificaba sus significados alegóricos, es la misma que genera fragmentos narrativos “profanos” dentro de estas piezas dramáticas: aunque los autos tuvieran siempre un mismo asunto religioso, sus argumentos podían variar enormemente y estar basados en todo tipo de historias. El hecho de que las relaciones que reproducen nuestros pliegos correspondan a los textos iniciales de estas piezas, implica que eran textos que tenían originalmente la función de exponer el argumento sobre el que se iría construyendo después la alegoría religiosa.

            Así, lo que encontramos en los textos de la mayoría de nuestros pliegos con fragmentos de autos sacramentales son, nuevamente, composiciones narrativas con temas diversos: argumentos aislados del significado alegórico que irían adquiriendo en su contexto dramático original. El fragmento que se reproduce de El Polifemo, de Juan Pérez de Montalbán, es bastante claro en este sentido, pues en él no encontramos otra cosa que la fábula de Polifemo y Galatea. Aunque ese argumento daría pie para la construcción de una alegoría religiosa, el texto del pliego no es sino una fábula mitológica. Otro tanto pasa con los fragmentos de los autos calderonianos. En el pliego con la relación de Lo que va del hombre a Dios encontramos el discurso de un príncipe que vuelve victorioso de una campaña militar y cuenta sus hazañas ante sus súbditos. El pliego con la relación de  El veneno y la triaca, por su parte, constituye tal vez el caso más extremo, pues al aislar el parlamento originalmente pronunciado por el personaje de “El Lucero”, hace de él un texto que podría resumir el argumento de cualquier comedia de honor, de enredos, o de capa y espada. Ese texto cuenta, en fin, cómo el personaje en cuestión organiza una rebelión contra su rey porque se enamora del retrato de la dama con la que este piensa casarse; para impedir el matrimonio, el Lucero difama a la dama, y el asunto desemboca en una traición y una rebelión de la que sale derrotado y huyendo. De esta forma, solamente dos pliegos con relaciones de autos sacramentales  conservan algo de un tema religioso: aquel que imprime el parlamento de La Iglesia en La vacante general, un texto en el que se hace un compendio de historia bíblica desde Adán hasta Moisés; y aquel que imprime la relación de Escandarbech, un parlamento en el que Cristerna le cuenta una “historia espiritual del hombre” al personaje basado en la figura de Gjergj Kastriot, alias Skandergerg (o Escandarbech), héroe albanés que renegaría de su religión para convertirse al cristianismo.

            Si atendemos a las fechas aproximadas de publicación de nuestros pliegos, podemos observar que su producción comenzó antes de que la representación de los autos estuviera prohibida, y que, tras la misma, sólo los fragmentos de autos calderonianos siguieron imprimiéndose. Esto nos lleva a pensar que su impresión no tiene tanto que ver con la prohibición de las representaciones, sino que tal vez puede estar más relacionada con la “fama” de algunas de estas piezas. El caso de Lo que va del hombre a Dios es paradigmático en este sentido, pues los siete pliegos que se imprimieron con su relación están en consonancia con el éxito que tuvo esta pieza: René Andioc (1987: 350) ha documentado treinta y un días de representación de este auto en el teatro de la Cruz, por ejemplo[10]. Nosotros podemos documentar, además, el éxito del fragmento que se imprimía en pliego suelto si observamos que la imprenta sevillana de Joseph Padrino produjo al menos dos ediciones distintas del mismo entre 1748 y 1775 (véanse los pliegos 46F y 46D en el catálogo).

            Pero tal vez no solo fuera el éxito de ciertas piezas lo que motivó la aparición fragmentaria de sus textos en pliegos de cordel: la fama del género en sí mismo pudo haber sido también un motivo para ello. Si atendemos al hecho de que casi todos los pliegos tienen su fuente explícitamente identificada en el título como “relación del auto sacramental”, podemos avanzar la idea de que el género en sí ejercía un cierto atractivo sobre el público de la literatura de cordel. Ese atractivo bien podía provenir del gusto que durante tantos años encontró el público popular en las representaciones de estas piezas, o bien de la impronta dejada por el género como un tipo de manifestación al mismo tiempo exitosa y condenada por su desbordante espectacularidad.

Desafortunadamente no contamos con ningún testimonio que nos hable de la manera en la que estos pliegos específicos eran leídos, pero si el atractivo del género sobre el público popular puede ponerse en alguna duda, de algo más podemos estar completamente seguros: los impresores de pliegos sueltos encontraron en ciertos autos sacramentales un tipo de material de primera calidad para generar literatura de cordel. Como hemos visto, los fragmentos narrativos de este tipo de obras dramáticas se ajustaban perfectamente a los intereses de esa producción editorial, ya fuera por el atractivo publicitario del género en sí, o por el carácter de los textos que se obtenían al aislar los argumentos de su contexto alegórico. Así, en última instancia, los pliegos de cordel con fragmentos de autos sacramentales nos hablan de que, más allá de los escenarios y de la representación, este género teatral también había dado lugar a un tipo de discurso en el que tenía más importancia la fábula que la alegoría: un nuevo testimonio de la interpretación a la que estaba sometido el género en el siglo XVIII, pero también una evidencia del gusto por la narración de hechos extraordinarios y por las historias bien trovadas.

 


 

C. El pliego como material gráfico: función y significado de los grabados y de la tipografía en las “relaciones de comedia” (volver al inicio)

 

Una de los temas más atractivos que quedan por estudiar dentro del grupo de pliegos con fragmentos teatrales es la función de sus características gráficas, esto es, de sus grabados y particularidades tipográficas. El interés de estudiar estos elementos, como ha sido bien señalado por varias investigaciones, radica en el hecho de que muchas de las características gráficas funcionaban como una orientación para la compra y lectura de los pliegos (García de Enterría 1983, 54-55), por lo que su análisis nos puede dar nuevas pistas para entender la manera en la que eran leídos sus textos, o para comprender el atractivo que estos impresos podían ejercer sobre cierto público. Además, como ya hemos dicho, conviene analizar estos pliegos como fenómenos literarios y culturales, y tomar en cuenta todas las características que construyen su significado.

Los grabados de la literatura de cordel, como es bien sabido, eran reutilizados de un pliego a otro y solían incluso proceder, como piezas sueltas, de grabados utilizados para algún libro. Esto estaba en clara relación con el carácter económico del pliego suelto: no era factible encargar grabados para la impresión de un pliego, sino que a menudo se utilizaba para esas “menudencias” el material del que se dispusiera en la imprenta. Pero tampoco se necesitaba mucho más: el grabado formaba parte del “aparato de publicidad” del pliego suelto y funcionaba como un apoyo para el texto en el acontecimiento de su venta o de su lectura. La imagen, cuando existía, por más inexacta que fuera, proporcionaba a los lectores una representación “sensible” de aquello que el texto decía. Así, los grabados dentro de la literatura de cordel no buscaban la exquisitez artística ni la expresión de grandes significados: su humilde estética estaba determinada por su función publicitaria y de apoyo textual.

Como sucede con muchas otras de sus características, los pliegos con extractos teatrales coinciden con el resto de la literatura de cordel en el aspecto de la utilización esporádica y “práctica” de los grabados, pero es posible observar en ellos una serie de particularidades que pueden dar lugar a consideraciones interesantes sobre su difusión y su lectura. Si observamos nuestro corpus de pliegos de manera diacrónica, podemos encontrar una curiosa tendencia en cuanto al material gráfico que se imprime en distintas épocas: la utilización de grabados y ornamentos tipográficos es abundante en los pliegos de la primera época, prácticamente nula en la etapa media, y va en aumento conforme este particular “uso editorial” evoluciona. Los primeros pliegos con fragmentos teatrales —aquellos que salen de la imprenta sevillana de Lucas Martín de Hermosilla— presentan, casi todos, un grabado ornamental en su primer folio, como podemos ver en los siguientes casos:

 

 

  

Primer folio de los pliegos 129A y 146A, impresos por Lucas Martín de Hermosilla

entre 1686 y 1697

 

 

Sin embargo, conforme la impresión de estos pliegos se multiplica, durante la primera mitad del siglo XVIII, los grabados prácticamente desaparecen: los impresores como Diego López de Haro, tienden a la completa austeridad y no reproducen mas que el fragmento teatral en cuestión. Ocasionalmente, impresores como Francisco de Leefdael introducen un grabado ornamental o una banda de adornos tipográficos para destacar el título o para separar las columnas de texto, pero durante esa primera mitad de siglo incluso la tipografía parece no presentar ningún tipo de ornamento. Podemos ver una muestra de ese tipo de pliegos en las siguientes imágenes.

 

     

Primer folio de los pliegos 25A y 107A, impresos respectivamente por Leefdael entre 1707 y 1715, y por Diego López de Haro entre 1725 y 1750.

           

Aunque durante esa etapa encontramos algunas excepciones en pliegos que imprimen ornamentos de tamaño moderado, es más bien en la segunda mitad del siglo XVIII cuando los pliegos con fragmentos teatrales empiezan a incorporar sistemáticamente grabados y adornos tipográficos en sus planas iniciales y finales. Durante esa etapa podemos observar, además, que los grabados que aparecen no son ya puramente ornamentales, sino que también comienzan a tener una cierta relación con el contenido del texto que reproducen. Las imprentas de Joseph Padrino en Sevilla, de Casas y Martínez en Málaga, de Medina y Santiago en Córdoba, y de Agustín Laborda en Valencia, entre otras, vuelven a complementar la impresión de fragmentos teatrales con “atractivos gráficos”, pero ahora vinculados a la trama de sus historias, como podemos ver en los siguientes ejemplos:

 

       

Primer folio de los pliegos 95B por Juan de Medina y Santiago entre 1763 y 1779, y 104A por Félix de Casas y Martínez entre 1781 y 1805.

 

 

  

Primer folio de los pliegos 46F por Joseph Padrino entre 1748 y 1775, y 103F por Juan de Medina y Santiago entre 1763 y 1779.

 

Finalmente, hacia el inicio del siglo XIX, en los pliegos con fragmentos teatrales persiste el uso de grabados, tanto ornamentales como “figurativos”. El impresor cordobés Rafael García Rodríguez introduce, además, un elemento gráfico interesante para ilustrar varios de los pliegos que contienen relaciones de comedia y “relaciones nuevas”: utiliza un grabado en el que aparece un pequeño auditorio escuchando a un narrador que puede ser una dama o un galán, dependiendo de si la relación está en voz de hombre o de mujer.

 

   

Primer folio de los pliegos 154A y 107B, impresos por Rafael García Rodríguez

entre 1805 y 1844.

 

 

¿Qué significado tiene esta evolución en el uso de los grabados que ilustraban los pliegos con fragmentos teatrales? Me parece que esta tendencia, analizada en el contexto de la función del grabado como apoyo “sensible” para la lectura de un texto impreso, puede darnos una clave más sobre la manera en la que eran leídos estos pliegos y sobre su posible utilización como soporte para una representación. Si tomamos en cuenta que la representación de un texto implica la anulación de su soporte físico para que este pueda ser “oralizado”, debemos también considerar que la presencia de un grabado tiene poco sentido en la impresión de un texto que va a ser representado: en la representación serán la persona y su voz los elementos que hagan más “sensible” el texto. Así, la progresiva utilización de grabados para adornar el texto de nuestros pliegos,  pienso, puede ser otro indicador de cómo esos fragmentos fueron perdiendo su función de soporte para la representación y se integraron como piezas de lectura a la literatura de cordel.

Esta idea vendría a apoyar las conclusiones a las que hemos llegado en el capítulo anterior a partir del análisis de los textos y de los comportamientos editoriales de nuestro corpus. Los grabados en los pliegos más tempranos nos hablarían de una primera etapa de experimentación en la que se “descubre” que estos textos constituyen un material apropiado para generar impresos populares. La primera etapa de auge de estos pliegos, en la que son producidos impresos más bien austeros, podría estar relacionada con la función inicial de los textos como soporte para la representación doméstica, o con su estrecha vinculación con el resto del teatro impreso que, como bien sabemos, generó ediciones en las que los grabados también brillan por su ausencia. Por último, la utilización reiterada de grabados en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la impresión de fragmentos teatrales se ha convertido ya en un uso editorial consolidado, atestiguaría la integración de esos textos y sus historias al repertorio de la literatura de cordel como piezas individuales de lectura alejadas ya de cualquier función de soporte para la representación.

Estas ideas pueden tomarse como meras hipótesis y pueden ser discutidas a partir de la existencia de algunos grabados como los que utilizaba García Rodríguez, en los que la idea de la representación seguía, al parecer, presente. Es muy posible, en efecto, que los pliegos con fragmentos teatrales mantuvieran durante toda su existencia un cierto vínculo con sus obras fuente y con su origen dramático, ya fuera porque seguían siendo identificados por los nombres de los autores teatrales, o porque los títulos, en algunos casos, seguían mencionando los términos “de la comedia”, o “de galán”, o “de dama”. Tenemos, incluso, un caso aislado en el que las figuras del grabado sugieren que los impresores seguían teniendo acceso al texto completo de la comedia y se apoyaban en él para la ilustración del pliego, pues las figuras representan a los personajes que participaban originalmente en la escena en la que se pronunciaba el fragmento teatral extractado: el pliego impreso en Madrid en 1764 por la Imprenta de la Cruzada, con la relación —citada en líneas anteriores— de El purgatorio de San Patricio, incluye un grabado que consta de tres figuras: un hombre arrodillado (que representaría a Patricio), un rey (el de Inglaterra), y un galán (que representaría al soldado Ludovico, quien dice la relación). Sin embargo, aunque se puedan tener ciertas reservas en cuanto a estas cuestiones y a su significado, el hecho de que al final del siglo XVIII nuestros pliegos hubieran evolucionado hacia la impresión de grabados que “ilustran” las tramas de sus textos, me parece que es un indicio inequívoco de que la función de estos impresos había dejado de ser la de un “soporte para representar”. En esa época los pliegos constituían ya, evidentemente, una pieza tipográfica hecha para una lectura en la que el grabado aportaba algo al significado del texto, y no eran un mero instrumento para un tipo de oralización en la que se anularía el soporte impreso.

Ciertas características tipográficas de nuestros pliegos con fragmentos teatrales nos indican también que este tipo de textos se había integrado, como publicación permanente[11], al repertorio de los impresores de literatura de cordel. El hecho de que nuestros pliegos parezcan haber formado parte de las “series numeradas”, es un testimonio de esa integración, pues, como es bien sabido, los impresores de cordel incluían todo tipo de romances y de relaciones en esas series. Como puede verse en los ejemplos que hemos reproducido de las imprentas de Lucas Martín de Hermosilla y de Rafael García Rodríguez, varios de nuestros pliegos presentan, en la parte superior del primer folio, el número que los identifica como elementos de una serie.

Además, algunas características de los grabados y de la disposición tipográfica de nuestros pliegos nos indican que, en ocasiones, sus textos se imprimían por pares —o al menos, como textos complementarios—, seguramente como una estrategia más para su venta. Un procedimiento habitual era que se seleccionaran dos relaciones distintas de una misma obra teatral y se les imprimiera con una disposición tipográfica similar. Podemos ver un ejemplo en los siguientes pliegos de la imprenta malagueña de Casas y Martínez, los cuales reproducen dos relaciones, de galán y de “barba”, de la comedia calderoniana La sibila del oriente.

 

  

 

 

Aunque los tipos usados para los títulos de estos pliegos no son iguales, se advierte la intención del impresor de formar un conjunto con sus textos mediante la utilización de un mismo grabado ornamental y de una misma disposición tipográfica.

En otras ocasiones, la disposición tipográfica de los textos dentro del pliego nos habla de que los impresores seguramente utilizaban un pliego anterior como fuente para hacer su propia edición, pues, además de imprimir el mismo texto, intentan reproducir también la disposición de sus líneas y sus grabados. Entre los muchos ejemplos que existen de este fenómeno, podemos ver aquí el de la relación de La hija del aire: el primer folio reproducido corresponde a un pliego del último cuarto del siglo XVII sin datos de imprenta, mientras que el segundo es de la imprenta sevillana de Francisco de Leefdael, producido entre 1707 -1715.

  

 

Otro ejemplo de esa “imitación” de la disposición tipográfica nos lo ofrecen los pliegos con la relación de Para vencer amor, querer vencerle. Los siguientes folios corresponden a dos ediciones hechas en Sevilla: la de la izquerda por la viuda de Francisco de Leefdael entre 1728 y 1733, y la de la derecha por Manuel Nicolás Vázquez entre 1766 y 1796.

 

  

           

Esta imitación de la disposición tipográfica resulta un indicio importante de la manera en la que se producían este tipo de impresos, pues implica que en algún momento de esta práctica editorial, los impresores ya no utilizaban las comedias para obtener los textos que querían reproducir, es decir: ya no seleccionaban textos, sino que solo reproducían un repertorio anterior de pliegos con fragmentos textuales. Retomaremos esta idea en el apartado siguiente, para abordar nuestra materia desde la perspectiva de los estudios de filiación textual.

Las características gráficas de estos pliegos constituyen, pues, un material que nos ayuda a encontrar más indicios sobre la dinámica de producción de este material y, al mismo tiempo, nos proporciona algunos puntos de apoyo para nuestras ideas sobre la naturaleza de sus textos y sobre la manera en la que eran leídos. El somero análisis que he trazado en estas páginas no muestra sino una parte de la riqueza que contienen estos impresos, pero es desde esta consideración de su existencia como textos ligados a una manifestación gráfica, y desde el trabajo de reproducción que ha llevado a cabo esta investigación, que se pueden plantear otras líneas de estudio al respecto. Por poner tan sólo un ejemplo, podemos mencionar aquí que Margit Frenk (2005: 86ss) ha encontrado en la “ortografía elocuente” de los textos del Siglo de Oro más de un dato de especial relevancia para conocer las intrincadas formas de difusión de un buen número de discursos literarios, y que no estaría de más emprender un estudio de ese tipo de elementos dentro de nuestro corpus. La posibilidad de acceder a las reproducciones íntegras de un buen número de nuestros pliegos a través del catálogo en línea, abre, en este sentido, más de una opción para estudios futuros.

 

 


 

D. Posibilidad y conveniencia de los estudios de filiación textual (volver al inicio)

 

Como último punto de nuestro estudio sobre los pliegos con fragmentos teatrales, resulta conveniente preguntarse sobre la manera en la que llegaban a la imprenta los textos que se reproducían en ellos. El estudio de las características tipográficas nos ha dado ya algún indicio sobre su dinámica de producción, pero ¿hasta dónde es posible rastrear y comprobar la historia textual de un pliego o de un grupo de pliegos de este tipo? Esta pregunta aparentemente sencilla acarrea una serie de complicaciones, pues el análisis del proceso de transmisión y de selección editorial implícito en la producción de estos impresos requiere que apliquemos sobre ellos métodos de crítica textual que nos ayuden a descubrir los caminos que seguían los textos teatrales desde el momento de su invención hasta su impresión fragmentaria en pliegos de cordel. Aunque una parte de ese análisis puede cimentarse sobre la gran cantidad de estudios de crítica textual de piezas del teatro clásico español, es necesario preguntarse si realmente resulta productivo seguir la vía de la crítica textual en el caso de los pliegos sueltos que reproducen fragmentos teatrales.

A lo largo de esta investigación intenté realizar, en varias ocasiones y con varios grupos de pliegos, estudios que aclararan la procedencia de sus textos; y aunque en algún caso la identificación de la fuente para un pliego específico resultó sencilla, la mayoría de las veces los caminos de la crítica textual conducían a problemas bastante complejos. Impresos en su mayoría durante el siglo XVIII, nuestros pliegos constituyen versiones bastante tardías y fragmentarias de textos compuestos a lo largo del XVII y, por lo tanto, el trazado de su historia textual suele requerir de la revisión y cotejo de un número elevadísimo de fuentes. Resultaba, pues, completamente inviable aplicar este tipo de métodos de estudio sobre la totalidad de nuestro corpus, pero considerando que la historia textual de estos impresos puede aportar datos interesantes, he querido incluir en este apartado algunos ejemplos con los que se pueda ilustrar cuáles son los principales problemas que surgen al tratar de seguir este método de investigación, y cuáles son sus aportaciones tanto para el estudio de nuestro material como para el de la literatura de cordel y el del teatro.

He elegido, pues, un par de ejemplos de casos específicos en los que he tratado de establecer la procedencia textual de un grupo de pliegos, procurando que esos ejemplos sean representativos e interesantes. El lector podrá seguir más fácilmente la exposición resumida de los resultados si observa las reproducciones facsímiles correspondientes en el catálogo en línea.

El primer ejemplo lo constituyen los pliegos que imprimieron la relación extractada de la primera jornada de No hay amigo para amigo, comedia de enredo de Francisco de Rojas Zorrilla. Estos pliegos, como veremos, presentan una serie de diferencias textuales interesantes con algunas versiones de la obra de Rojas, y pueden servirnos para establecer, de manera sencilla y clara, un modelo de filiación textual para este tipo de material. Existen solo dos ediciones de esta relación en pliego suelto, y se encuentran referidas en el caso de estudio con número de referencia 181 del catálogo en línea. Los pliegos en cuestión tienen los siguientes títulos y datos de impresión:

 

A. No ay amigo para amigo. De don Francisco de Roxas. — s.l.: s/i., s.a. [1675 -1700].

 

B. No hai amigo para amigo. De don Francisco de Roxas.  Sevilla: Viuda de Francisco de Leefdael, s. a. [1728 -1733].

 

            La observación de estos pliegos nos revela, primero, que no comparten una misma disposición tipográfica: sus encabezados tienen grabados y organizaciones distintas, y sus versos están distribuidos de manera diferente a lo largo de sus dos folios. Como hemos dicho en el apartado anterior, en ocasiones la distribución tipográfica puede servir como ayuda para encontrar un “parentesco” entre los pliegos, pero este parece no ser el caso. El cotejo detallado de estos dos pliegos muestra que tienen el mismo número de versos, pero que sus textos presentan algunas diferencias entre sí, conformadas siempre por la sustitución de palabras dentro de un verso. Por ejemplo:

 

Donde A lee:                                               B lee:

deste Santo que llamo                     donde este Santo, que llamó

(por versos endurecidos)                 por ver los endurecidos

 

Donde A lee:                                               B lee:

jardin de aquel Regidor                   jardin de aquel Regidor

que hizo al infierno florido              que hizo al Imbierno florido.

 

Este tipo de variantes nos indica que los textos pueden provenir de fuentes distintas o ser dos lecturas diferentes, una más descuidada que la otra, de una misma fuente.

Al acercarnos a los impresos conocidos que pudieron servir como fuente para nuestros pliegos, nos encontramos con que, por las variantes que se presentan en este fragmento específico, las distintas ediciones de No hay amigo para amigo pueden dividirse en dos grupos. El primero de ellos está conformado por aquellas ediciones que siguen la lectura de la primera impresión de la comedia, publicada en Madrid, por José María de Quiñones en 1640, dentro de la Primera parte de las comedias de Rojas Zorrilla. En este grupo se pueden incluir las siguientes ediciones: aquella impresa en las Comedias de Rojas (Madrid: Lorenzo García de la Iglesia, 1680) y una edición “suelta” sin datos de imprenta que parece ser un impreso de finales del siglo XVII y que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo la signatura U/11180. El otro grupo, con una versión un tanto distinta, está formado por dos ediciones “sueltas”: una impresa por Andrés de Sotos en Madrid, sin fecha, y otra publicada por Joseph de la Puerta en Granada, en 1756. El cotejo de esas fuentes muestra que nuestros pliegos tienen un claro parentesco con el primer grupo de impresos, como se puede ver en la siguiente tabla comparativa:

 

1er grupo. Texto de la ed. de José María de Quiñones, Madrid, 1640

 Texto del pliego B

2º grupo. Texto de la suelta de Andrés de Sotos, Madrid, s.a.

 

Era la hora en que el Fenix

del quarto cielo divino,

si de si mismo murio,

bolvio a nacer de si mismo,

desvanecidas las sombras

ò de temor, ò de oficio

se amontonaron confusas

en la carcel del abismo.

Sacudio la pluma el ave,

el pájaro afilò el pico,

despereçose la fiera,

chupó la flor el rozio,

gorjeò la fuente risa,

abriò la rosa el capillo,

requiriò el Aguila el prado

dexó la tortola el nido,

y fue enjugando la Aurora

quanto sudaron los riscos

al tiempo que desde el

                               [Templo,

adonde estoy retraìdo

desse santo que llamò,

por verlos endurecidos

con el pedernal al pecho,

y con la trompa al oido;

Era la hora en que el Fenix

del quarto Cielo Divino,

si de sí mismo muriò

volviò à nacer de si mismo.

Desvanecidas las sombras,

ò de temor, ò de ocio,

se amontonaron confusas

en la carcel del abysmo.

Sacudiò la pluma el Ave,

el pajaro afilò el pico,

desperezòse la fiera,

chupò la flor el rocio,

gorgeò la fuente risa,

abriò la rosa el capullo,

requiriò el Aguila el prado,

dexò la Tortola el nido,

i fue enjugando la Aurora,

quanto sudaron los riscos.

Al tiempo que desde el

                              [Templo,

adonde estoi retraido,

de esse Santo, que llamò,

por verlos endurecidos

con el pedernal al pecho,

i con la trompa al oido.

Era la hora en que el Sol,

Fenix del Cielo divino,

si por sì mismo muriendo,

bolvió a nacer de sì mismo.

Desvanecia las sombras,

que de temor, ò de oficio

se amontonaron confusas

en la carcel del abismo.

Sacudiò la pluma el ave,

el paxaro afilò el pico,

desperezòse la fiera,

chupò la flor el rocìo.

Gorgeò el agua risueña,

abriò la rosa el capillo,

requiriò el Aguila el prado,

dexò la tortola el nido,

y fue enjugando la Aurora,

quanto sudaron los riscos.

Al tiempo que, desde el

                              [Templo,

adonde estoy retraìdo,

de este Santo, que llamò

(por verlos endurecidos)

con el pedernal al pecho,

y con la trompa al oído,

 

A partir de esta comparación, resulta claro que nuestros pliegos provienen de alguna de las ediciones del grupo 1, y podemos precisar ya que el texto del pliego B esta tomado seguramente de la edición de José María de Quiñones o de la de Lorenzo García de la Iglesia, con la cuales no presenta sino una diferencia mínima: donde aquellas leen “abrió la rosa el capillo”, nuestro pliego imprime “abrió la rosa el capullo”. La identificación de la fuente del texto del pliego A tampoco es compleja, pues es idéntico al texto de la edición “suelta” sin pie de imprenta: las variantes entre nuestros dos pliegos provienen de esa diferencia en sus fuentes.

Queda así establecido un ejemplo bastante sencillo de filiación textual de pliegos con fragmentos teatrales, sobre el que no resta sino hacer un par de comentarios. Es necesario decir, primero, que la identidad de ciertos pliegos con determinadas ediciones nos habla de la difusión que alcanzaron versiones específicas de una obra dramática: aunque no podamos asegurar que una edición particular existiera en las imprentas de la época y fuera utilizada para extractar fragmentos de una comedia, el hecho de que todos nuestros pliegos se decanten hacia una misma lectura del texto indica que esa versión de la obra era más accesible para los impresores. Esos datos podrían llegar a ser útiles para la elaboración de ediciones críticas de las piezas dramáticas: en este caso, por ejemplo, nuestro estudio nos hablaría de la mayor difusión que alcanzó la versión que imprimieron las fuentes de nuestro primer grupo. Resulta curioso notar, por último, que, los textos de estos pliegos de impresión temprana se acercan más a las ediciones del siglo XVII que a las del XVIII.

Un segundo ejemplo de estudios de filiación textual nos servirá para plantear aquí un panorama más complejo y completamente distinto al que hemos visto hasta ahora. Se trata, en este caso, de los pliegos que reproducen la primera relación de la obra El mayor monstruo los celos de Calderón de la Barca (agrupados en el caso con el número de referencia 30 en el catálogo). El texto que imprimen estos pliegos es bastante representativo dentro del corpus tanto por su autor como por su número de ediciones, y, en conjunto con su obra fuente, plantea una serie de interesantes y complejos problemas de crítica textual.

Hay seis pliegos sueltos derivados de El mayor monstruo los celos que imprimen la relación que el Tetrarca pronuncia en la segunda jornada de la comedia (vv. 1736-1923)[12]. Ninguno de esos pliegos tiene fecha de publicación, por lo que solo son datables de manera aproximada por las fechas de actividad de sus impresores. A continuación aparecen sus títulos y datos de impresión[13].

 

1. Relación. El mayor monstruo los zelos. De don Pedro Calderón de la Barca (Sevilla: Francisco de Leefdael, s.a. [1715-1727]).

 

2. Relación, El Mayor Monstruo los Zelos (Sevilla: Joseph Antonio Hermosilla, s.a. [1725-1738]).

 

3. Relación. El mayor monstruo los zelos y tetrarca de Jerusalén. De don Pedro Calderón de la Barca (Valencia: Agustín Laborda, s.a. [1750-1760]).

 

4. Relación. El mayor monstruo los zelos. De hombre (Málaga: Félix de Casas y Martínez, s.a. [1781-1805]).

 

5. Relación de hombre. El mayor monstruo los zelos. De don Pedro Calderón de la Barca (Córdoba: Rafael García Rodríguez, s.a. [1805-1844]).

 

6. Relación sacada de la comedia El mayor monstruo los zelos y tetrarca de Jerusalén (Sevilla: Viuda de Vázquez, s.a. [1816]).

 

 

Como veremos un poco más adelante, las diferencias entre estos pliegos indican que sus textos provienen de, al menos, dos fuentes distintas; pero antes de entrar en esa comparación, es necesario trazar también el panorama de las versiones que existen de la obra fuente. De la comedia de Calderón existen dos versiones diferentes, de las cuales habrá que dar aquí brevísima noticia para poder observar los problemas que se presentan al tratar de filiar el texto de los pliegos con alguna de ellas[14]. La más temprana de esas versiones fue publicada por primera vez con el título El mayor monstruo del mundo en la Segunda parte de las comedias de Don Pedro Calderón de la Barca, en 1637 (María de Quiñones: Madrid). Se volvió a publicar en las otras dos ediciones posteriores de esa Segunda parte, una en 1641 y otra con fecha falsa de 1637.[15] Las variantes entre estas impresiones indican, primero, que son reimpresiones una de otra, y, segundo, que la más temprana proviene muy posiblemente de un manuscrito bastante deturpado, ya sea porque fuera una copia de compañía, o bien porque fuera trabajo de un memorión. No deja de sorprender, sin embargo, que las comedias incluidas en esas Partes presenten la indicación de que  fueron “recogidas por don Joseph Calderón de la Barca”.

La segunda versión, con el título de El mayor monstruo los celos, la constituye un manuscrito parcialmente autógrafo de Calderón conservado en la Biblioteca Nacional de España (R. 79), sin más fecha que la de las licencias para su representación de 1667 y 1672, que figuran al final de la primera y tercera jornadas. “Aunque en el manuscrito se observan tres manos diferentes, predominando una por acto, el tercero presenta en su práctica totalidad la letra de Calderón, salvo los últimos cuatro folios” (Caamaño 2001: 78)[16]. Este manuscrito presenta una versión de la obra bastante diferente, con casi 560 versos más que la de la Segunda parte. Es también una copia utilizada para la representación, como atestiguan las numerosas marcas e indicaciones que aparecen en sus márgenes, y el nombre de los actores junto a la lista de personajes.

Como ha notado Ruano de la Haza, “el problema muy particular que presentan las dos versiones de El mayor monstruo radica no solamente en el hecho de que difieren considerablemente entre sí, sino también en el enigma que encierran los últimos versos de la versión manuscrita” (1998: 38), los cuales leen como sigue: “Como la escribió su autor, / no como la ymprimió el urto, / de quien es su estudio echar / a perder otros estudios” (vv. 3629-3632). Ese, en realidad, no es el único enigma. También lo es, por ejemplo, la anotación que aparece en el extremo superior izquierdo del folio 1 del manuscrito, en el que se lee “Calderón / la nueva”. El hecho es que el verdadero proceso de producción de estas dos versiones nos es desconocido. Solo conocemos dos de sus fases: la que terminó como comedia impresa tempranamente, y el manuscrito en sí, en parte copiado o escrito por otra mano que no es la de Calderón.

Existen además otros testimonios de la obra, tanto impresos como manuscritos. Como es bien sabido, tras la muerte de Calderón en 1681, Juan de Vera Tassis y Villarroel preparó una nueva edición de la Segunda parte de las comedias (1686). En las “Advertencias al que leyere” de su edición, Vera Tassis anota que ha revisado la impresión anterior de El mayor monstruo confrontándola con el manuscrito y dice sobre la comedia que “la que en la antigua impresión deste libro se intitulaba El mayor monstruo del mundo, la encontré muy otra en el contexto, y el título, como lo es el de El mayor monstruo los zelos, y el argumento como en éste se leerá” (Hesse 1955: 7). El texto que presenta Vera Tassis “resulta ser un híbrido en el que confluyen lecturas y fragmentos tomados de la versión impresa anterior con otros procedentes del manuscrito revisado por el dramaturgo, todo ello salpicado de enmiendas sin aparente apoyatura textual, probablemente fruto de la propia cosecha tassiana” (Caamaño 2001: 80)[17]. Esas enmiendas injustificadas se vuelven bastante notables por su divergencia con el manuscrito en la tercera jornada, por lo que no podemos dejar de sospechar que el manuscrito utilizado por Vera Tassis para la corrección de la comedia no fuera el mismo que el que nosotros conocemos. ¿Por qué no seguir, al menos mínimamente, el manuscrito del autor si lo tenía en su poder?

Otro testimonio posterior de esta comedia lo constituye un manuscrito anónimo en letra del siglo XVIII de la misma obra[18]. Este manuscrito titula la obra El Tetrarca / Comedia famosa / del mayor monstruo del mundo, tiene la anotación “Mejor que la impressa”, y es más cercano al manuscrito parcialmente autógrafo que cualquiera de las otras versiones. A pesar de ello, como ha demostrado Caamaño Rojo, alguno de los dos copistas que participaron en él introdujo variantes del texto al margen, suprimió algunos versos indicados en el manuscrito parcialmente autógrafo y completó fragmentos de la comedia, por lo que podemos suponer que lo cotejó con alguna de las otras versiones. “Lo realmente sorprendente consiste en dilucidar la proveniencia de los versos insertados aquí, puesto que tampoco coinciden con la versión impresa de la obra” (Caamaño 2001: 150). Como en el caso de la edición de Vera Tassis, nuevamente encontramos variantes cuya procedencia no podemos identificar sino como innovaciones del copista o como procedentes de algún testimonio que no conocemos.

Además de estas versiones citadas hasta ahora, se imprimieron al menos quince “sueltas” de esta comedia en los siglos XVII y XVIII, pocas de ellas con fecha, pero dos con el título de El mayor monstruo del mundo, y las demás con la terminación “...los celos”.[19] Entre esas sueltas nos interesa particularmente la que imprimió Francisco de Leefdael con el título de El mayor monstruo de el mundo, pues este impresor también produjo el más temprano de nuestros pliegos con la relación del Tetrarca. Es curioso notar, sin embargo, que el pliego impreso por Leefdael lleva el título de Relación, El mayor monstruo los zelos. ¿Indica esa variación que Leefdael no usó la misma fuente para la suelta que para el pliego, o solamente es un testimonio de que la obra se conocía con los dos títulos? Desafortunadamente, me ha sido imposible localizar un ejemplar de la suelta impresa por Leefdael para este estudio, por lo que no he podido comparar su texto con el de los pliegos.

A la luz de los datos que he resumido aquí, los estudios de crítica textual han propuesto dos hipótesis para explicar la existencia de los dos textos de El mayor monstruo. Ambas coinciden en que nos encontramos ante dos versiones de una misma obra, muy posiblemente debidas a que Calderón volvió sobre ella para “adaptarla” a condiciones nuevas de representación, tal vez para una presentación en palacio: la versión del manuscrito ofrece, en general, un texto mucho más espectacular, con más música, con algunos pasajes más complejos y conceptuosos. La primera hipótesis, formulada por Ruano de la Haza, supone que “en el proceso de reescritura a que Calderón sometió El mayor monstruo del mundo encontramos dos técnicas o métodos diferentes: reconstrucción y reelaboración” (1998: 45). Esta hipótesis implica que existió un texto original que fue modificado por la adaptación de algún autor de comedias y que dio origen a la comedia impresa en la Segunda parte de 1637, y que Calderón volvió años después sobre ese texto impreso para reconstruir el texto original, al mismo tiempo que para reelaborar la comedia para la nueva representación. La segunda hipótesis, de María Caamaño Rojo, observa que “si se concede credibilidad a los argumentos del profesor Ruano, sería de rigor concluir también que no estamos ante dos versiones de El mayor monstruo, dado que la primera de ellas [...] no responde a las intenciones de Calderón” (Caamaño 2001: 103). Esta autora supone y ofrece argumentos para demostrar que “tanto la versión impresa como la manuscrita son dos versiones de autor, independientemente de que la primera presente un texto un tanto defectuoso por sus erratas, atribuibles al impresor o al cajista” (Caamaño 2001: 106).

Una vez expuesto el complejo panorama textual que ofrece el estudio de El mayor monstruo de Calderón, es necesario preguntarse ahora en qué parte del rompecabezas encajan las piezas constituidas por los pliegos sueltos que reproducen la “relación de comedia”. Aunque a primera vista podría parecer ocioso incorporar una variante con poca autoridad —pliegos del siglo XVIII—  en el estudio textual de esta pieza dramática, es necesario recordar que mi propósito aquí no es discernir sobre la historia textual de la comedia, sino más bien comprobar si es posible trazar una historia textual de los pliegos con relaciones y si estos aportan algún elemento nuevo para el complejo panorama de crítica textual del teatro clásico español.

Para este estudio textual he ensayado una collatio de las variantes que presentan cuatro de nuestros pliegos con la relación: aquellos que se encuentran disponibles con reproducción facsímil en el catálogo, es decir, el impreso por Leefdael (R1), el impreso por Casas y Martínez (R2), el impreso por García Rodríguez (R3), y el impreso por la viuda de Vázquez (R4). He comparado sus textos también con los cuatro testimonios principales que he reseñado en los párrafos anteriores, es decir, el manuscrito parcialmente autógrafo (A), la edición de Vera Tassis (VT), el manuscrito copiado en el siglo XVIII (S18) y las impresiones de la Segunda parte (SP). Esa comparación de los textos ha tenido que ser por fuerza fragmentaria, pues los pliegos sólo contienen unos cuantos versos de la obra. Pero, aún así, la comparación de la variantes entre todos estos testimonios muestra datos importantes y un tanto sorprendentes.

Llama la atención, para empezar, que a partir del análisis de estas variantes, las relaciones en pliego suelto de El mayor monstruo presenten entre sí una serie de diferencias que indican que provienen de fuentes distintas, y que varias de ellas no presenten una filiación clara con ninguna de las versiones conocidas de la comedia completa.

A partir de su título terminado en “...los zelos”, podríamos suponer que los pliegos estarían basados en algún texto con ese título, es decir, en el manuscrito parcialmente autógrafo o en la edición de Vera Tassis. En efecto, el texto de nuestros pliegos sueltos es mucho más cercano a esas dos fuentes, pero los pocos casos en los que se apartan de ellas indican que dos de los pliegos no pudieron surgir de ahí. Con respecto a la edición de VT, los pliegos sueltos presentan dos variantes que son reveladoras:

 

1. En el verso 1746, donde VT lee “corono”, los pliegos (R1, R2, R3 y R4) leen “coroné”, igual que A.

 

2. En el verso 1753, donde VT lee “Monarca”, R1, R2, R3 y R4 leen “Tetrarca”, igual que A.

 

El hecho de que en estas variantes el texto de las relaciones se aparte de VT y presente exactamente la misma lectura que A, puede confirmarnos que las relaciones no se imprimieron a partir de la edición de Vera Tassis. Sin embargo, las variantes posteriores y su naturaleza nos confirman que solo una de estas relaciones se imprimió a partir de A o de un texto derivado de A. La variante que se presenta en los versos 1764-1767 ejemplifica esto perfectamente. En ella, como se puede apreciar a continuación, R1, R2 y R3 se apartan tanto de VT como de A, y R2 incluso presenta una variante que la diferencia de las demás relaciones:

 

A, VT Y R4 leen:                                          R1 y R3 leen:

oy, segur suya mi açero                                  hoy de aquel funesto acero

veo que sus pompas tala                                 que desdichas amenaza

solamente por llegar                                       ya victorioso de mí

embotado a mi garganta                                 tengo un hilo a la garganta

 

R2 lee:

hoy de aquel famoso acero

que desdichas amenaza

ya victorioso de mí

tengo un hilo a la garganta

 

 

            Los datos proporcionados por este cotejo nos permiten filiar ya el texto de uno de nuestros pliegos: la relación impresa por la viuda de Vázquez (R4) se imprimió a partir de A o de una edición basada en ese manuscrito. Sin embargo, los otros pliegos siguen sin presentar una filiación clara con alguno de los testimonios conocidos. La variante que presentan los versos de R1 y R3 en este último fragmento es idéntica a la de la Segunda parte, mientras que la de R2 se diferencia porque lee “funesto” en vez de “famoso”. Podríamos pensar, a partir de esto, que al menos uno de los pliegos (R1) pudiera provenir del texto de aquella Segunda parte; sin embargo, en el resto de las ocasiones en las que la Segunda parte (SP) presenta variantes de versos enteros e incluso de fragmentos completos, R1, R2 y R3 se apegan a las lecturas de A y VT. Por ejemplo: en el verso 1749, donde SP lee “rezelos”, los dos pliegos y todos los demás testimonios leen “temores”. En el verso 1742, donde en SP se lee “que soi epilogo breve”, los pliegos y todos los demás testimonios dicen “que soy epilogo y cifra”. Por otra parte, todas las variantes que presentan los pliegos con respecto al manuscrito S18 –más apegado a A– demuestran, sin ninguna duda, que estos tampoco provienen de ese testimonio.

            ¿Qué sugieren entonces estos datos? ¿Cuál fue el texto que utilizaron Leefdael, Casas y Martínez, y García Rodríguez como fuente para obtener la relación de esta comedia? Me parece que desde los datos que tenemos disponibles no es posible aún establecer ninguna conclusión. El hecho de que tres de nuestros pliegos sueltos no presenten filiación clara con ninguno de los testimonios que conocemos puede sugerir al menos dos hipótesis: que sus impresores pudieron haberse basado en un testimonio que no se ha conservado (manuscrito o impreso), o bien que el texto de los pliegos sueltos es fruto de una revisión por parte de los impresores, quienes podrían haber introducido, con criterio propio, variantes a partir de más de uno de los testimonios que hemos reseñado. La segunda opción, sin embargo, es casi seguramente falsa: los estudios sobre pliegos sueltos han demostrado hasta ahora que los procesos de revisión de textos, al menos al nivel que he sugerido, estaban completamente excluidos de la composición de estas piezas, dada su naturaleza de material efímero y la necesidad de mantener un coste bajo en su producción. La primera opción es bastante más coherente, pero para poder continuar investigando su veracidad, sería necesario tomar en cuenta ahora un número de factores que desbordan por completo las intenciones de este estudio. Su seguimiento nos llevaría a cotejar, por ejemplo, las distintas “sueltas” de esta obra —empezando por aquella impresa por Francisco de Leefdael de la que no he podido localizar ningún ejemplar—, pues estas bien pudieron servir también como fuente para nuestros pliegos.

Así, al final de nuestro recorrido de versiones y cotejos, nos encontramos con que, en este caso, sólo podemos filiar con mediana certeza uno de nuestros pliegos, y con que para poder establecer definitivamente que el resto de los pliegos provienen de un testimonio desconocido —manuscrito o impreso—, sería necesario emprender un cotejo de varias fuentes impresas que hasta ahora no han sido revisadas, ni siquiera por los estudios que han preparado ediciones críticas de esta comedia. El camino hacia el estudio textual del pliego suelto se vuelve, pues, bastante complejo y lleno de obstáculos.

Sin embargo, aunque no podamos establecer la fuente textual de esos pliegos ni el periplo del texto hasta las imprentas del siglo XVIII, la existencia de dichos pliegos y de sus variantes viene a apoyar la hipótesis de que hubo más testimonios de los que conocemos de la comedia El mayor monstruo. La existencia de otro manuscrito o impreso intermedio entre las versiones conocidas de la comedia podría explicar algunas de las variantes que presentan tanto la edición de Vera Tassis y del manuscrito del siglo XVIII, variantes cuya fuente no ha podido ser establecida por quienes se han acercado al estudio de El mayor monstruo de Calderón. Un testimonio impreso como el de los pliegos sueltos, que sugiere la existencia de más pasos intermedios para la elaboración de la segunda versión de la comedia calderoniana, vendría a apuntalar, además, la tesis enunciada por Ruano de la Haza sobre la manera en la que fue compuesta El mayor monstruo:

 

Habremos de admitir que existe la posibilidad de que algunos de los versos considerados por el propio Calderón como suyos, no lo fueran, lo cual nos lleva a la interesante conclusión de que la versión definitiva de El mayor monstruo del mundo no es necesariamente de la mente de su autor, sino resultado de un proceso colaborativo que [...] es mucho más común para el teatro del Siglo de Oro. [...] Propongo que rechacemos la noción romántica de las relaciones perfectas e incontaminadas entre un autor y su obra y que consideremos la producción de un texto teatral una práctica colectiva, en la que intervienen, entre otros, el dramaturgo, el autor de comedias, el copista, el impresor, el actor, el memorión, y el censor. [...] La contribución más importante es la de la mente creadora y directriz del dramaturgo, que puede, a su vez, haber sido influida por otros dramaturgos, el público, los actores, la censura y un largo etcétera (1998: 46).

 

Tal vez lo más sensato en este caso sea considerar el texto de los pliegos sueltos como resultado y como testimonio de alguna de las fases de ese proceso.

A partir de los datos que he expuesto en este apartado, es posible reflexionar ahora sobre la posibilidad y conveniencia de aplicar métodos de crítica textual para el estudio de nuestros pliegos de cordel con fragmentos teatrales. El primero de nuestros ejemplos nos ha mostrado que en algunos casos es posible realizar este tipo de estudios con grupos de pliegos, y que la aplicación de los métodos de crítica textual nos puede lleva a determinar con bastante certeza las ediciones que sirvieron como fuente para la impresión de fragmentos teatrales en el siglo XVIII. El segundo caso de estudio, sin embargo, es un ejemplo de cómo con varios de nuestros pliegos el análisis textual y el cotejo de las variantes nos puede conducir solo a un pequeño laberinto que exige un estudio mucho más amplio para seguir adelante. Aunque ese segundo ejemplo no ha aportado datos concluyentes para la filiación de los pliegos que nos interesaban, encontramos en esa compleja situación textual un precedente de algunos pliegos que no provienen de las fuentes conocidas, así como un testimonio de que los textos no siempre seguían un camino previsible hacia su impresión fragmentaria.

Así, los ejemplos presentados aquí nos muestran que, aunque la aplicación de los métodos de la crítica textual es posible sobre los pliegos con fragmentos teatrales, tal vez resulte conveniente evaluar, de manera individual, los casos en los que esta aplicación resultará realmente productiva. En este trabajo, nuestros esfuerzos para filiar los pliegos nos han servido para descubrir algunas de sus fuentes y para saber algo más sobre su proceso de producción, pero dependiendo del interés con el que otras investigaciones se acerquen a ellos, deberán evaluar si el trabajo que supone la filiación de estos impresos resultará realmente en la producción de nuevos conocimientos.

Podemos suponer que será más difícil establecer la historia textual de un pliego conforme más se aleje cronológicamente su impresión de su fuente original. Los pliegos más tempranos podrían incluso ofrecer datos adicionales para establecer la historia textual de algunas comedias, pero conforme su fecha de impresión sea más tardía, muy probablemente la aplicación de los métodos de crítica textual aporte menos datos interesantes, tanto para los estudios de literatura de cordel como para los de teatro. Muchos de los pliegos registrados en el catálogo presentarán seguramente una filiación textual clara, pero otros presentarán problemas complejos como los que se han expuesto aquí, pues no debemos perder de vista que estos pliegos constituyen, a menudo, el último eslabón impreso dentro de una larga cadena de transmisión textual y dentro de un complejo proceso de creación de significados.



[1] De acuerdo con la definición de Ignacio Arellano, “la comedia burlesca constituye en el XVII un corpus reducido de obras –unas cincuenta conocidas– que se suelen denominar en su época ‘comedias burlescas’, ‘de disparates’, ‘de chanzas’ o ‘de chistes’. Situadas en el extremo opuesto a la tragedia, forman un conjunto peculiar, insertado en el auge de las modalidades de la literatura jocosa que se aprecia en el mismo romancero nuevo –abundante en composiciones satíricas y burlescas–, en las parodias poéticas que llevan a su cima Góngora y Quevedo, en la eclosión de diálogos jocosos o entremeses y en otras manifestaciones de índole cómica como los vejámenes, las pullas o las fiestas de locos” (Arellano 1995: 641).

[2] Existe una comedia burlesca de Vicente Suárez de Deza titulada Los amantes de Teruel, pero la relación burlesca que imprimen nuestros pliegos no proviene de esa obra.

[3] Consultando la sección “Índice de comedias fuente” en nuestro catálogo, pueden comprobarse fácilmente estos datos.

[4] Un indicio que confirmaría esta idea es la existencia de un pliego que lleva por título Relación seria: La fuerza del natural. De D. Agustín Moreto y Gerónymo Cáncer (Córdoba: Colegio de la Asunción, s.a.); sin embargo, no he podido encontrar una relación satírica de esa obra publicada por esa misma imprenta.

[5] Relacion. La mas constante muger. Del doctor Juan Perez de Montalvan (Sevilla: Joseph Padrino, s.a.); Nueva Relación de La más constante muger, trobada a lo burlesco (Sevilla: Joseph Padrino, s.a.).

[6] En este trabajo utilizaré las siglas CPDT para referirme al Catálogo en línea de pliegos derivados del teatro, alojado en este mismo sitio. Al citar los textos que aparecen en él, usaré el número de referencia del pliego y anotaré el número del folio del que proviene la cita.

[8] Las citas provienen de los siguientes ejemplares: Relacion: La fverza del natural. De Don Agvstin Moreto. Y Don Geronimo Cancer (Sevilla: Francisco de Leefdael, s.a.); Relación nueva jocosa trovada de la comedia La fuerza del natural (Sevilla: Manuel Nicolás Vázquez: s.a.).

[9] Para más información sobre los recursos cómicos y retóricos empleados por las piezas burlescas en el Siglo de Oro, véanse el trabajo de Serralta (1980) y el apartado “La comedia burlesca” en Arellano 1995: 641-659.

[10] Algo tendría que ver, tal vez, que era este uno de los autos más espectaculares: su representación, por ejemplo, comenzaba con “cajas y trompetas”, y con la salida de cuatro carros al escenario.

 

[11] Jaime Moll define las publicaciones permanentes de las imprentas de cordel como aquellas que “superan su vigencia temporal y geográfica, y que son objeto de reediciones continuadas” (Moll 1994: 49).

[12] Todas las referencias a número de versos y citas de El mayor monstruo los celos están tomadas de la edición y numeración realizada por Everett W. Hesse incluida en la bibliografía bajo la entrada de: Calderón de la Barca, 1955.

[13] La descripción completa de estos pliegos puede consultarse en el catálogo en línea, bajo el número de referencia 30. Además de los pliegos que se enlistan aquí, esta relación conoció dos ediciones novohispanas, que también es posible consultar bajo el número de referencia citado:

-Relación de la comedia intitulada El mayor monstruo los zelos de don Pedro Calderón de la Barca.

México: Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1775.

-Relación de la comedia intitulada El mayor monstruo los zelos de don Pedro Calderón de la Barca.

México: Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1791.

[14] Dos estudios se han ocupado recientemente del análisis de estas dos versiones: el artículo de José María Ruano de la Haza (1998) y el libro de María J. Caamaño Rojo (2001).

[15] Esta última edición ha sido fechada hacia 1673 por los estudios que se han ocupado de ella, como por ejemplo los de Heaton (1937) y María J. Caamaño Rojo (2001: 58).

[16] Además del estudio citado, las características caligráficas y físicas de este manuscrito han sido estudiadas ampliamente por Everett Hesse en su estudio introductorio a: Calderón, El mayor monstro los çelos (1955).

[17] Sobre las enmiendas a las comedias calderonianas que hizo Vera Tassis ha profundizado Shergold en su artículo “Calderón and Vera Tassis” (1955). 

[18] La datación de la letra de este manuscrito la ha hecho Paz y Meliá (1934: 346). María J. Caamaño Rojo (2001) ha estudiado detalladamente las variantes que presenta este manuscrito y el probable proceso de copia del mismo.

[19] Se puede consultar una lista detallada de las “sueltas” de esta comedia en el estudio introductorio de Hesse a El mayor monstruo los celos (1955: 8).

Volver al índice  
 

© Santiago Cortés Hernández

El diseño y la investigación contenidos en esta página han sido elaborados por Santiago Cortés Hernández. Todos los contenidos pueden ser usados y reproducidos gratuitamente para fines de educación e investigación, bajo la cita correspondiente de su fuente y su autor.